1.06.2011

Dos mundos

Un sol radiante, un cielo como solo en Chile he visto, pero el clima era amable y cálido como en Guatemala. De una u otra forma, sabía que estaba soñando. La separación ha sido complicada y en definitiva he aprendido mucho.


Alli estaba, como persona renovada, caminando en unas montañas que eran mas bien una serie de peñascos, llenas de una grama fina que me acariciaba al caminar. El sonido de las olas no paraba, pero tampoco las podia divisar. Hasta que el nivel del agua empezó a subir y senti como una marejada fresca llegaba hasta a mi. Mi abuelita estaba perdiendo el equilibrio porque las olas eran cada vez mas fuertes y mi primo pequeño se me resbalaba de las manos. Decidimos alejarnos, aunque debo confesar que era un paisaje tan bello que el soportar los empujones del agua era lo que menos me importaba. Mas no era mi vida la única que estaba en riesgo. Caminamos y el verde fue mutando sutilmente al gris del asfalto de la calle y finalmente al concreto frente a la casa de mi abuela. Al llegar me encontré con una increíble sorpresa, allí estaban los dos esperándome. Ella como normalmente fue la primera en  abrazarme, pero todo para dejarle el final a él. Nos abrazamos fuertemente, una lágrima brotó de mi mejilla y ha sido la misma que me despertó. 

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